domingo, 23 de junio de 2013

La triste realidad de las carreras de caballos

Hoy, he ido al hipódromo, como acostumbro a hacer desde que era bien pequeñita.
Siempre he disfrutado viendo correr a los caballos, uno de mis sueños, siempre fue montar en esos magníficos ejemplares.

Hace aproximádamente dos años, empecé a realizar prácticas junto a la veterinaria oficial del hipódromo y acabé en una de las cuadras más reconocidas de Madrid. Pasé muchas horas montando esos caballos, limpiándolos, curándolos, alimentándolos, y sobre todo conociéndolos... 

En mi opinión, el caballo es una criatura realmente inteligente y sensible, en muchas ocasiones, os prometo, que notaba como me escuchaban y como me comprendían.
  
Siempre defendí que los caballos del hipódromo tenían mucha suerte y que tenían una calidad de vida excelente. Hoy día, no pienso lo mismo, por muy cuidados que estén, siempre les faltará lo más ansiado por todo ser vivo, la libertad.

Las carreras de caballos no dejan de ser una forma más de explotación animal, una forma de obtener beneficios a costa del sufrimiento de otras criaturas.

Los comentarios que puedes escuchar en un recinto como el hipódromo, revelan la forma de pensar del ser humano. Las personas que acuden a este tipo de "espectáculos" ni siquiera se plantean que se están divirtiendo a costa de las lágrimas de otro y de la privación de su libertad.

Hoy, me ha llamado mucho la atención varios hechos que explicaré a continuación:

1. En la tercera carrera de la jornada, una yegua ha tenido un incidente y el jockey se ha caído al suelo. Todos se han preocupado por el jockey, pero... nadie ha preguntado por la yegua. Yo, he ido corriendo a ver que le había pasado al animalito, para asegurarme de que estaba en buenas condiciones, ya que era una de las yeguas que yo montaba y obviamente, como creo que es normal, la tengo cariño. La gente que estaba a mi alrededor, me ha mirado atónita por qué he preguntado directamente por el nombre de la yegua y no por el "número 7", no se si es que no me han comprendido, pero me han contestado
 - "se han subido al jockey directamente arriba".
Yo... indignada por la falta de sensibilidad, he decidido subir a las cuadras a ver a mi fiel amiga. 
Por suerte, la yegua, estaba bien, pero os aseguro que nadie, absolutamente nadie, se ha preocupado por su estado, ella solo es un número al cual, se puede remplazar.

2.Camino abajo, cuando venía de visitar al animal, me he encontrado con dos personas, por llamarlas de alguna manera, abusando de su poder respecto a un caballo del recinto, que acababa de salir de una carrera. 
El animal, estaba muy tranquilo mientras le estaban lavando, pero... sus "cuidadores", le estaban gritando y amenazándole con palabras malsonantes que no venían a cuento.
Este hecho, me ha dado tal impotencia... pienso, que toda persona que tenga el honor de trabajar con animales no humanos, debería apreciarlos, valorar la vida y respetarlos, sin creerse bajo ningún concepto superior a ellos.

3. Hacía unos 4 meses que no iba por la cuadra en la que suelo estar con asiduidad, ya que no he estado en ese tiempo en España. Con toda mi ilusión, he ido corriendo a ver al caballo con el que más afinidad tengo en este mundo, he ido directa a su box y... para mi sorpresa,¡no estaba!, casi con lágrimas en los ojos, he preguntado dónde estaba, y, fríamente, me han contestado que lo habían vendido, que se lo habían llevado para carreras en Portugal.
En ese preciso momento he sabido con absoluta certeza que todo es un maldito negocio, que los animales no importan, su bienestar, sus sentimientos, su inteligencia, nada, nada se tiene en cuenta, lo único que importa en este maldito mundo es el dinero.

Rodeada de caballos encerrados, con los ojos tristes, me he sentido una persona horrible por haber colaborado en ese negocio, por haber privado a estas magníficas criaturas de su vida, por haberles negado la libertad, por haberles explotado, por haberles obligado a correr cuando ellos no lo deseaban, por haberles obligado a imponerse a la voluntad del ser humano.

En esta fotografía, podéis ver a mi Alfred, el caballo que me robó el corazón y que será explotado en las pistas de algún hipódromo de Portugal hasta el día de su muerte. El delito que ha cometido es ser un gran compañero, un fiel amigo, un gran corredor y una dócil y encantadora criatura.

                                                 

Ellos quieren vivir, quieren sentir, quieren disfrutar del aire puro y de la hierba fresca, quieren estar tranquilos, pero esto, por desgracia, nunca sucederá. Metidos en una angosta celda, asomados por un pequeño ventanal con rejas verán sus días pasar, un día tras otro, una carrera tras otra, hasta que llegue su final, serán explotados hasta no poder más, y cuándo ya no puedan más, serán desechados al igual que la basura, por que han nacido para servir al hombre, o eso es lo que este quiere demostrar.



Soraya R. Oronoz



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